Marta Romero Salgado
Hoy comparto con vosotros un texto que escribí un octubre hace ya unos años:
"En ocasiones, la elegancia de las palabras hace que nos emocionemos, que repentinamente nuestros ojos cobren un brillo que antes no tenían y que, como los cristalitos que componen las excéntricas estalactitas, brillemos sin apenas luz. De alguna manera, todos somos capaces de brillar con luz propia, decir “yo estoy aquí” y demostrar que no eres mejor que nadie que eres, simplemente, tú. Fallo de muchos es intentar compararse con los demás. Para mí, algo absurdo. Prefiero ser como soy y seguir intentando lograr una vez más que mis palabras sean un hechizo como el de los cuentos, con los que pueda hacer de una mirada algo lleno de vida.
Me gusta invertir el tiempo escribiendo o pensando frases ingeniosas que apuntar en un cuaderno sin acabar, hasta terminarlo. Pero, sin duda, lo que más me alegra e inspira es tener increíbles vivencias que algún día contaré y logren hacer que mis ojos recobren el brillo que en aquel momento tuvieron. Y es que, a veces, si no quieres olvidar una vivencia, lo que sentiste, simplemente hay que escribir con el corazón una noche para retenerlo de por vida.
Pasear bajo el cielo gris de la ciudad a su lado, besarle abrazada a él, cogerle de la mano como si de una niña me tratara, ver una película juntos, caminar bajo la lluvia como si no importara nada, llevarle a la boca palomitas, hacerle cosquillas, despedidas entre lágrimas, bailar a solas… Ha hecho que mis deseos dejen de ser utopías. Me decían, “quien no arriesga, no gana” y que razón tenían… arriesgué todo por mi gran deseo, y gané desde entonces ser plenamente feliz. Estas son las pequeñas cosas que antes mencionaba. Momentos que guardaría en mi recuerdo siempre, para no perderle nunca."
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